Ojos de cristal

Mis ojos son de cristal, lo son desde que recibí una llamada que no hubiese querido recibir nunca. La recibí de alguien con quien he compartido poco, pero que más allá de las diferencias logró comprender lo que siento. 

Tengo el corazón atado con alambre, y está bien que así sea, no tengo nada de ocultar. Los que me conocen saben cómo vivo.  Desde que tengo 11 años, y cuando un cura me dijo: Vos vas a ser presidente, sueño y camino mi vida pensando en llegar. Mi sueño y camino no es otro que el de la justicia, soy y seguiré siendo muy simple, muy básico en mis ideas y sentimientos… no quiero vivir en un país injusto, enarbolé las banderas del Che y el día que dejé de hacerlo, lo hice porque encontré en mi tierra, a alguien mucho más terrenal  y a alguien que con su vigor me hizo recordar cuál era mi lucha, me devolvió la dignidad y el orgullo de ser argentino, esa sensación única de defender con uñas y dientes a mis hermanos argentinos, a todos los que no conozco, y a todos los que voy a conocer. 

Mis ojos son de cristal, desde hace muchas horas. A mi lado mucha gente, algunos conocidos con quien me abracé largo y tendido buscando aire, también desconocidos que me abrazaron y me dieron su ánimo siendo yo un perfecto desconocido para ellos…conmovidos por mis lágrimas y mi dolor, el dolor de mi corazón atado con alambre que no tengo temor en ocultar. 

Hoy deje mi oficina, envuelto en la sensación de haberme sentido extraño todo el día…rodeado de gente que no comprendía o subestimaba mi dolor, mi desconsuelo. Porque hoy me permito estar desconsolado, completamente desconsolado.  Llegué a la plaza, enfilé hacia la Casa Rosada, nunca fui a un funeral, ni siquiera al de mi viejo. Pero hoy tenía que estar, tenía que rodearme de mis compañeros, de los miles que estaban y los que no estaban pero querían estar. Mis ojos seguían envueltos en lágrimas, algo que no pude ni quise contener nunca.

A mi lado, mi pequeña mujer de hierro, que hace 5 años no hablaba español siquiera, que jamás había escuchado hablar de ningún Néstor, de ningún pingüino que gobernase un país. Sin embargo, en poco tiempo entendió lo que muchos que nacieron en esta tierra no entienden, que no hay nada más digno y gratificante que un país que intenta ser justo, que no hay futuro para nadie si no hay futuro para todos. Parada a mi lado, mi tanita lloró conmigo, y lloró porque ella adoptó esta tierra como suya, porque cada mañana se levanta para ir a estudiar, porque quiere formarse, formarse para seguir haciendo de este país un lugar cada vez más hermoso. Y no tiene miedo en gritar a los cuatro vientos  cuanto quiera esta tierra, cuanto quiere a este pingüino y a esta pingüina, cuanto nos quiere a nosotros…y nos quiere por sobre todas las cosas porque le dimos la oportunidad de creer que en este rincón, al sur del mundo, en el culo del mundo, se puede pensar seriamente en la justicia.

Mi llanto es un continuo, pero desde que me paré frente a esa caja de madera, que esconderá por siempre el cuerpo de mi querido pingüino y la vi a mi pingüina acariciarlo, y la saludé a Alicia que estoica con una sonrisa me devolvió un gesto que no podía significar otra cosa que  “ustedes banquen la parada, que nosotras no los vamos a dejar” y en ese momento para mí fue todo más claro aún…tengo que llorar, porque pierdo a un ser que nunca salude cara a cara, pero que salude cada mañana en la que me sentí orgulloso de levantarme en esta tierra. Mis ojos puede seguir siendo de cristal, hoy , mañana y cuando sea, puedo seguir llorando, puedo seguir llorando porque tengo que seguir militando, y este dolor solo me ayudará a crecer y a seguir mi camino. Que quizás no me conduzca a ser presidente, pero si me conduzca a ser digno y respetado por mi gente, aunque mas no sea por mi tanita de fierro.

Feliz cumpleaños a mi.