El precio de la militancia juvenil
Publicado el 27 de Septiembre de 2010Periodista y escritor.
Fue una de las tres vertientes que consolidaron el crecimiento, expansión e institucionalización de los llamados movimientos sociales o piqueteros.
Es notable cómo para algunos el mundo existe a partir del día en que se deciden a abrir la ventana. Impactados por la capacidad de movilización juvenil y las evidencias de una mística que sólo pueden adjudicar a alguna clase de renta, porque así de corto es su análisis, ciertos columnistas corrieron a buscar elementos de la actualidad que les permitieran interpretar un fenómeno que se les hace nuevo, pero que no es más que una nueva etapa en un proceso dinámico que comenzó hace ya algunos años.
La militancia de juventud fue una de las tres vertientes que consolidaron el crecimiento, expansión e institucionalización de los llamados movimientos sociales o piqueteros, parte de los cuales se sumaron al proyecto de Kirchner una vez que asumió la presidencia en 2003. Así lo sostengo en mi reciente libro El aluvión, donde también propongo que estas organizaciones, al reconocer el liderazgo en ese proyecto, pasaron a constituir la militancia organizada del kirchnerismo. Este fue un hecho inédito, no sólo porque así adquirieron una entidad pública –que acabo de llamar institucionalización– que no tenían luego de su experiencia de lucha por resolver los graves problemas sociales, producto de la desocupación y la marginalidad a las que llevó el neoliberalismo, sino también porque antes de ese punto de inflexión, no había militancia organizada detrás de un proyecto político vigente.
Con diferencias coyunturales, cuantitativas, hasta políticas, estas organizaciones sociales fueron a Kirchner lo que en los ’70 la juventud peronista fue a Perón, al menos como fuerza social y activista. La diferencia es que estos nuevos batallones de militantes estaban compuestos no ya por jóvenes, como en aquellos años, sino por tres componentes bien diferenciados: viejos militantes de los ’70 y los ’80; mujeres y hombres “reclutados” en los barrios más humildes; y por jóvenes de diversa extracción, que encontraron en estos movimientos el mejor espacio donde poner en práctica su vocación. Los frentes de juventud de los distintos grupos políticos existen desde antes de 2001, pero tampoco se puede desconocer que la discusión política instalada a partir de 2003 potenció este fenómeno, sobre todo en aquellos que se sumaron al kirchnerismo.
Un claro ejemplo de esta evolución es el de la JP Evita, frente de juventud del Movimiento Evita que lidera Emilio Pérsico. Consolidada a partir de 2005, y potenciada como muchos otros frentes luego del conflicto por la 125, en 2008, la JP Evita tuvo gravitación en varias acciones vinculadas con el activismo propio de la militancia, como los escraches contra algunos medios de comunicación, las pintadas y la organización y movilización en actos y marchas, lo que también rompe el paradigma del participante rentado. La JP Descamisados, el espacio juvenil de un grupo político cercano al Movimiento Evita, también cobró impulso después de 2008. Fueron los protagonistas de pintadas contra las receptorías de Clarín, los autores de varios afiches a favor de la Ley de Medios y quienes firmaron una emblemática pintada contra Julio Cobos, en clave montonera, tras el voto “no positivo”. En una pared del microcentro dejaron estampada en aerosol rojo la leyenda “Cobos, traidor, saludos a Vandor.”
En mi libro incluyo una entrevista grupal que realicé hace dos años a integrantes de uno de estos frentes. Chicos de 15 a 21 años que me dijeron, entre otras cosas, que militaban porque sentían que así podían “transformar la realidad”. En su visión, acertada o no, “Kirchner continúa las políticas de Perón”, y “uno de los principales logros del kirchnerismo fue instalar sobre la mesa de discusión la política como herramienta de transformación”.
Kirchneristas y no kirchneristas deberán reconocer ese logro, aunque haya sido producto de la causalidad histórica y no por designio del ex presidente. Por convicción o por pura conveniencia táctica, como fuere, ocurrió.
El conflicto del campo vino a profundizar la polarización, que forzó a muchos a definirse. Lanzó a unos cuantos entusiastas a la militancia y propulsó a agrupaciones que habían tenido una tibia participación, o estaban en gestación, como La Cámpora, conformada por distintos grupos mayormente universitarios y barriales, con la idea original de constituir un frente de cuadros. La juventud peronista “oficial” también cobró protagonismo esos días, en que Kirchner decidió ir a buscar la presidencia del PJ. Y no podía ser de otro modo, ya que es el frente de juventud del partido.
¿Qué tanto puede haber incidido esta politización como para haber penetrado desde los espacios de jóvenes tardíos de 40 hasta los impensados adolescentes del secundario? Todavía hay quien cree que un Luna Park se llena con cargos o con el Twitter, o por medio de acciones conspirativas de blogueros K, esa categoría vacía que viene a innovar en los modos de cooptación que creen ver desde los sectores que se empeñan en devaluar, o intentar hacerlo, las ideas. Primero se iba a las marchas por un choripán. Después por los planes. Ahora por una supuesta pauta oficial en un blog.
Los autores de estos análisis no pueden entender que haya personas capaces de creerse tanto una idea como para poner su cuerpo sin esperar bienes materiales a cambio. No pueden. Les genera un sismo profundo en sus cimientos ideológicos. Porque, evidentemente, cuando miran dentro de sí, como propone Hobbes, para conocer al prójimo, ven que la voluntad no tiene sentido si no hay alguien que pague por ella.
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